Resumen: Con precedentes en la ideología productivista liberal (se atribuye al propio Mendizábal la frase de que: «España no será rica mientras los ríos desemboquen en el mar»), la visión desarrollista y el mito social de la llamada política hidráulica cristaliza en la situación de reto de la gran crisis agraria de 1880. En este momento, frente a la alternativa proteccionista (sin intensificación de la agricultura) el sociólogo y jurista Joaquín Costa -de origen campesino- pretende convertir a la política hidráulica en la clave de un programa nacional de desarrollo económico, e incluso en un elemento de la reforma social. Porque en los planteamientos de Costa, la política hidráulica -promocionada por la intervención estatal directa- no se limita a la sustitución productivista del cultivo extensivo del cereal (amenazado por la competencia extranjera) por los cultivos intensivos hortofrutícolas y los prados para la ganadería, pretende también abrir una nueva vía para la resolución de los problemas sociales de la agricultura española de fines del XIX. Y en este sentido, la construcción de pantanos y canales por el Estado, como una «obra nacional», no sólo trataba de «rehacer la geografía de la Patria», sino que el materialismo hidráulico costiano aspiraba a contribuir a la reforma social (multiplicando las parcelas de agricultura intensiva sobre la que asentar a los braceros sin tierra) y a desencadenar «una revolución general en el Estado». Pero más allá de su limitada adscripción de clase pequeño-campesina, el regeneracionismo hidráulico de Costa falto de una base social y política (antioligárquica) va a fracasar en la España de la Restauración, dejando como herencia la conciencia y el proyecto (necesario) de un programa nacional hidráulico.