Es un hecho innegable que, dentro de la economía española, el sector vitivinícola posee una extraordinaria relevancia, gracias tanto al consumo interno como a las exportaciones que se realizan a distintos países de todo el mundo. Los primeros tanteos, que podemos reseñar de las exportaciones españolas del vino denominado común, se encuentran en el último cuarto del siglo XIX y son una consecuencia directa de la extensión de la filoxera por Europa, afectando de forma notable al mayor exportador y consumidor de vino, Francia. Este hecho propició que nuestro país comenzará a exportar masivamente al país galo, fomentado por el retraso de la extensión de la filoxera en la península y la aprobación de una serie de acuerdos por parte de las dos administraciones, pero también consiguió que una porción de las exportaciones francesas fuera a parar a manos españolas, como ejemplifica el caso mexicano. España ya exportaba caldos, especialmente a Gran Bretaña, los denominados vinos de jerez, que sufrieron, en esta “edad de oro”, un retroceso en sus ventas, consecuencia de un cambio de gustos en los consumidores ingleses, más interesados por la cerveza, y a una mayor preferencia por el vino francés.