La etapa esconde una de las más curiosas formaciones que se pueden encontrar cerca del Duero, las chimeneas de hadas. Las pequeñas sendas junto al río Duero y su bosque de ribera, lugar propicio para que duendes y gnomos encuentren escondite, otorgan a la etapa un gran encanto.
Aranda de Duero, la gran población ribereña del sur de Burgos, es el final de esta etapa. Sin duda una excelente ocasión para poder disfrutar del lechazo asado, plato célebre de la localidad, que le ha llevado a ser la sede del Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida Lechazo de Castilla y León.
Situado a las afueras de Langa de Duero, junto a las piscinas municipales y el puente renacentista de Langa de Duero, está el panel que recoge los datos más importantes de esta etapa y marca su punto de inicio. Tras encaminar los primeros pasos sobre el puente, se gira a la derecha y se continúa por carretera un tramo de 550 m, para girar a la derecha de nuevo y tomar un camino agrícola, debidamente señalizado y compartido con la ruta del Camino del Cid.
El itinerario discurre por la vega del río Duero, donde las numerosas huertas existentes, que dan fama a la localidad de Langa, comparten espacio con fincas de cereal, cártamo, choperas, girasoles y frutales. En las laderas se aprecia cómo las sabinas (Juniperus thurifera) van colonizando el terreno.
Se llega después a una bifurcación donde se toma la derecha, que continúa por la vega del río Duero. El verdor del soto serpenteante de la ribera se extiende también por las laderas a las que se acerca el sendero, conduciendo hasta el pie de unas interesantes rocas naturales, las “chimeneas de hadas”. Estas curiosas formaciones tienen su origen en un fenómeno geológico ocasionado por el agua.
De forma general, la acción del agua descendiendo por una ladera orada el terreno formando cárcavas. Si en el terreno hay alguna roca que el agua no puede arrastrar, la cárcava puede modelarse de forma singular, adoptando estas caprichosas formas.
Siguiendo la ruta se aprecia cómo en el soto se mezclan chopos (Populus nigra) con sabinas, un curioso bosque mixto que se da en la ribera del Duero burgalesa, mientras que las fincas de labor se alternan con otras abandonadas donde crecen rosales (Rosa sp.), salvias (Salvia sp.), sabinas y chopos.
El recorrido continúa hasta un cruce, convenientemente señalizado, donde se toma una pequeña senda que discurre paralela al río Duero, percibiendo al caminar la quietud y sosiego del correr del agua entre los carrizos (Phragmites australis), junqueras y pequeñas arboledas, armonizado por el canto de carboneros (Parus major), herrerillos (Parus caeruleus), mirlos (Turdus merula) o jilgueros (Carduelis carduelis). Una pequeña área recreativa permite disfrutar de este entorno.
Al llegar al pago de El Quemado, una repoblación de pino resinero (Pinus pinaster) y pino piñonero (Pinus pinea) sustituye en la vega al bosque ribereño. En un meandro del río se aprecia en la otra orilla la localidad de Zuzones, que se alza sobre el río.
Más adelante la senda regresa al camino principal, conocido como del Quemado, y continúa con dirección noroeste. Al llegar a la altura de un azud en el río se toma de nuevo un sendero que se interna entre pinos piñoneros y que sigue junto al río Duero. El área de descanso de La Vid permite hacer un nuevo alto del camino.
El sendero regresa junto a la tapia de piedra que rodea los terrenos del monasterio de Santa María de La Vid, y conduce rápidamente hasta la entrada al monasterio y a la población de La Vid. El recorrido deja atrás el pueblo, en cuyo interior hay otra área recreativa y una fuente de agua potable, y cruza bajo un paso subterráneo la carretera N-122, que une Valladolid y Soria, para atravesar una pradera antes de entrar de nuevo en un bosque de ribera, con presencia de chopos y sabinas.
Una serie de revueltas ascienden hasta Guma, una pequeña población que se asienta en un alto sobre el Duero. Desde un mirador se puede observar un azud en el río, que desvía parte del caudal hasta el Canal de Guma que permite regar las tierras de la zona.
A la salida de Guma el recorrido cruza sobre el canal y con rumbo suroeste avanza entre cultivos de cereal, viñedos y maizales, regados con el agua del canal. En esta zona hay que prestar especial atención a la señalización existente, puesto que los cambios a izquierda y derecha se suceden continuamente.
El camino avanza entre maizales hasta llegar otra vez hasta las proximidades del río Duero. Un pequeño sendero se abre paso junto al exuberante bosque de ribera que flanquea sus orillas, de un elevado valor ecológico y paisajístico. El dosel arbóreo, que llega a superar alturas de 20 m, está compuesto por chopos, álamos (Populus alba) sauces (Salix sp.), olmos (Ulmus sp.), frenos (Fraxinus sp.) y alisos (Alnus glutinosa), y junto al cauce se desarrolla también un estrato herbáceo muy rico compuesto por espadañas, carrizos, juncos y gladiolos. En su interior se refugia una gran variedad de avifauna, como zorzales comunes (Turdus philomelos), mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), garzas reales (Ardea cinerea), ánades (Anas platyrhynchos) y fochas (Fulica atra).
La senda alcanza el área recreativa de Vadocondes, situada junto a la fuente de Puenteseco, donde las mesas existentes invitan a hacer una nueva parada. Se atraviesa la localidad de Vadocondes por su calle principal hasta salir de ella por el puente que cruza el río Duero.
La etapa atraviesa la localidad de Vadocondes, declarada Conjunto Histórico en 2008 y que en su día se encontraba amurallada, y de cuya muralla se conservan algunos elementos (Puerta de Burgos y la Puerta Nueva). La historia de la villa ha estado totalmente ligada al río Duero. Según se cuenta, el nombre de la villa lo recibe del vado situado en el río y por el que pasaban ilustres personalidades de la época.
Dentro del casco destacan la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el puente sobre el Duero, la protección para las avenidas del Duero, la Ermita de San Cosme y San Damián y la Ermita del Humilladero. Otro elemento destacable es el Rollo Jurisdicional de la Plaza Mayor. Este tipo de elementos señalaban la categoría administrativa del lugar y únicamente se erigía en las villas: Fueron reconocidos y protegidos como Bienes de Interés Cultural (BIC) el 30 de marzo de 1963. Esta pieza data de las primeras décadas del siglo XVI, siendo los siglos XVI y XVII los de mayor esplendor para estos monumentos.
Nada más cruzar, el camino gira a la izquierda para seguir por la orilla derecha del río y pasar bajo un bonito puente de hierro de la línea férrea Valladolid-Ariza, ya en desuso. En una primera bifurcación se toma el ramal de la izquierda y, en la siguiente, el de la derecha. A medida que se avanza en el paisaje se van alternando girasoles, patatas y cereal, que aprovechan la excelente vega existente para ofrecer copiosas cosechas.
Siguiendo la señalización se alcanza el monte de La Calabaza, un bosque situado en las afueras de Aranda de Duero, donde encinas y pinos resineros forman un denso bosque mediterráneo aprovechado por los arandinos para la práctica de deporte y como lugar de paseo.
Con dirección oeste, siguiendo el límite del monte La Calabaza y el canal de Guma, que discurre también por esta zona, la ruta va en busca del final de etapa, no sin antes pasar junto a la ermita de San Isidro, donde comienza un tramo de camino asfaltado.
Los terrenos de labor sustituyen al arbolado, que se deja atrás, y en el segundo camino que se encuentra a la izquierda se gira para ir en busca otra vez del río Duero.
Cuando se llega junto al río, donde sus aguas han modelado un marcado meandro, el camino gira a la derecha, entre fincas de labor, salpicadas de choperas, aunque a medida que se avanza el paisaje se va viendo alterado y son las huertas y las fincas de recreo y piscinas las que lo monopolizan. En una bifurcación, entre chopos, la ruta toma el camino de la izquierda.
El ancho y cómodo camino de Navafrías o de La Colonia permite llegar rápidamente a Aranda de Duero por el puente Conchuela. Un paseo a lo largo del parque de La Isla, situado a orillas del río Duero, es el colofón final a la etapa.
El monasterio, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), es una de las abadías de mayor importancia de Castilla durante la Edad Media, con mezcla de aires premonstratenses y agustinos.
Los primeros abades premonstratenses llegaron en torno al año 1140, tras la pacificación por la retirada de los musulmanes “más allá del Duero”, y permanecieron hasta la exclaustración de 1835, dejando el monasterio abandonado. En 1865 los monjes agustinos se asentaron definitivamente en él hasta nuestros días.
En el interior del monasterio se esconde una biblioteca con ejemplares de gran interés. Entre los fondos existentes destaca la presencia de manuscritos e incunables.
Entre los manuscritos hay documentos reales, eclesiásticos y privados, que van desde el siglo XIV al XVIII. A éstos se añaden diversos libros manuscritos de tipo literario, científico, histórico, desde el siglo XII al XVIII; y sermonarios, apuntes históricos y de lenguas orientales, principalmente del siglo XIX.
Entre ellos sobresale un Corán manuscrito sobre pergamino del año 528 de la Hégira, es decir, el año 1134 de nuestra era cristiana, realizado con oro y tintas de diferentes colores azul, rojo, negro, verde.
Además, la biblioteca presenta 22 incunables identificados y catalogados, de los cuales 8 de ellos fueron impresos antes de 1490, y 6 son ejemplares únicos en bibliotecas españolas.
A medida que avanzaba la Reconquista se iban repoblando nuevos y antiguos asentamientos, a los que, para facilitar la llegada de habitantes, se les dotaba de una estructura legal. Aquellas poblaciones que conseguían alcanzar un mayor peso específico podían alcanzar el título de villa, lo que les confería la presencia de un “señor” (un noble) que velase por la justicia sobre la comarca. El indicativo de la existencia de un señor en la villa se materializaba con el llamado Rollo de Justicia.
A lo largo de la Senda del Duero se pueden encontrar en numerosas poblaciones, siendo Burgos la provincia de España que cuenta con un mayor número. Este tipo de monumentos se prestaban más a variaciones artísticas que las picotas, y por ello son los que más mérito poseen, como son los casos de los de Peñaranda de Duero (el único declarado BIC), o el de Vadocondes.
En cuanto a las picotas su función era la de punto para ajusticiar a reos, y eran fácilmente identificables por las cuatro prominencias o barras de su parte superior, que servían para sujetar las sogas con las que se ataba al reo.
Con cierta asiduidad, rollos y picotas pasaban a integrarse, aunque hay ejemplos en los que en una misma localidad se encuentran ambos tipos por separado. Los rollos generalmente eran de piedra, y las picotas de madera/piedra. Con el declive del poder señorial y por tanto de la representatividad del rollo, muchos de ellos fueron aprovechados como picotas.
En las cortes de Cádiz (6 de Agosto de 1811) se suspenden los derechos jurisdiccionales de los nobles sobre sus poblaciones obligando a la demolición de todos los símbolos de vasallaje pertenecientes al antiguo régimen señorial como lo eran los rollos. Muchas de ellos se consiguieron salvar porque muchos cambiaron su función al situar una cruz encima y pasar a tener un valor religioso.
Mientras los rollos se erigirían a la entrada de las poblaciones y siempre junto a las vías principales, las picotas se instalarían en el lugar más público de la población, plaza mayor o lugar donde se celebrase el mercado.
Existían ordenanzas que regulaban los castigos en función del delito. Como curiosidad señalar que era considerado peor castigo estar dos horas en la picota (en mitad de la plaza mayor) que diez días en la cárcel, seguramente por cuestiones de vergüenza y honra.