El río Cidacos es un afluente del margen derecho del río Ebro que nace en la sierra soriana de Montes Claros. En su tramo final baña la fértil y productiva vega de las poblaciones de Arnedo y Calahorra, y atraviesa la Reserva de la Biosfera de los Valles del Leza, Jubera, Cidacos y Alhama, entre cuyos numerosos valores naturales y culturales destacan sus cortados rocosos y cañones fluviales, que se alternan con los tradicionales cultivos en terraza.
Esta ruta sigue un antiguo trazado ferroviario que recorría el valle, actualmente acondicionado para senderistas y amantes del ciclismo. El trayecto está bien definido y señalizado, por lo que la orientación no ofrece apenas dudas en casi todo su recorrido, salvo un rodeo en la localidad de Arnedo, donde hay que abandonar la traza del antiguo ferrocarril durante unos kilómetros, para continuar por uno nuevo que discurre paralelo al río.
El Camino parte del parque de Cidacos, a las afueras de Calahorra. Desde el punto de inicio es fácil llegar, continuando por el parque en dirección oeste, hasta la catedral de santa María (1 km) o hasta el enlace con el Camino Natural del Ebro (1,4 km). Se abandona la ciudad en paralelo al río Cidacos, dejando la orilla tras pasar bajo los viaductos de la carretera N-232 y la autopista del Ebro (AP-68).
Tras un tramo paralelo a la mencionada autopista, el Camino gira hacia la izquierda, pasando junto a los pilares del antiguo acueducto romano de Calagurris, para discurrir en paralelo a la carretera LR-134, de la que se aleja por un paisaje de viñedos y algún olivar.
Poco después de salvar el arroyo de Yasa por uno de los viaductos del ferrocarril, el camino llega hasta la carretera LR-282, que acompañará hasta las afueras de Autol. De camino a esta localidad, se podrá descansar en el área habilitada junto al apeadero de río Livillo.
Después de cruzar la carretera LR-282 (extremar las precauciones, hay mala visibilidad y los coches alcanzan grandes velocidades) junto al polígono industrial de Autol, el Camino se aleja de esta población en busca del túnel del Gollizo, aunque merece la pena desviarse a Autol para ver su casco urbano y las curiosas formaciones rocosas de “el Picuezo” y “la Picueza”, dos grandes columnas de arenisca, producto natural de las erosiones fluvial y eólica, actualmente integradas en un parque del municipio.
Abandonando momentáneamente la vega fluvial del Cidacos para adentrarse en una zona de matorral, el Camino pasa por la estación en ruinas de Autol (junto a la que hay un merendero) para a continuación adentrarse en un túnel iluminado de 575 m que atraviesa el Alto del Gollizo. Antes del túnel, desde el camino, se puede divisar la laguna de Vallalengua, situada en una depresión y cubierta por carrizales.
La salida del túnel devuelve al Camino Natural a la vega del río Cidacos. Tras cruzar (con precaución) la LR-115, se continúa junto a la carretera hasta llegar a Quel. En los imponentes escarpes rocosos nidifican buitres leonados (Gyps fulvus), y se yergue el castillo de Quel del siglo XV.
El trazado ferroviario se pierde momentáneamente por la presencia de un colegio y unas naves, que se han de rodear. El Camino abandona Quel hacia el polígono industrial de Arnedo, para más adelante situarse junto a la orilla del río Cidacos.
Se continúa por el Parque Lineal de la Vega del Cidacos, pasando bajo el puente que salva el Cidacos para acceder a Arnedo. Esta población, tercera en población de La Rioja, es sede de una pujante industria de calzado.
Dejado atrás Arnedo, un puente peatonal de madera permite cruzar el río y acercarse a visitar el monasterio de Nuestra Señora de Vico, encaramado en un cortado sobre el río.
Apenas 400 m después de esta pasarela, el Camino gira a la derecha, para recuperar el antiguo trazado del ferrocarril por el que continúa hasta la siguiente población, a través de la vega, entre huertos de verduras y frutales. Este tramo puede tener cierto tráfico, debido a que algunas fincas se han convertido en viviendas particulares.
Llegando a Herce, sobre los cortados rocosos, asoman las conocidas como “farmacias de los moros”, bellas excavaciones utilizadas como palomares. La ruta no llega a entrar en la localidad, pasando por el sur de camino a la estación que actualmente es un albergue juvenil.
Se abandona Herce entre cañaverales, cruzando a la margen derecha del río Cidacos, por la que seguirá hasta llegar a Arnedillo. El Camino gana altura encaramándose a las terrazas del otro lado del valle, pudiéndose verse los estratos inclinados de Herce y las poblaciones contiguas de Santa Eulalia Somera y Santa Eulalia Bajera.
Algo más adelante se alcanza el mirador del Cidacos, donde se inicia la Vía Verde de Préjano que, aprovechando el antiguo trazado de otro ferrocarril, asciende cinco kilómetros hasta unas minas situadas al pie de Peña Isasa.
Por un paisaje de frutales y olivares, y entre el raquítico matorral que ha colonizado pacientemente las laderas, el río se encajona entre farallones rocosos mientras el Camino se aproxima a Arnedillo. Ya con la población a la vista, se vuelve a cambiar de orilla por un puente de hormigón, y en seguida se entra en un largo túnel iluminado de 550 m que pasa bajo la población y termina a 250 m de la antigua estación de Arnedillo, final de este Camino Natural.
Esta estación se ha reconvertido actualmente en escuela, almacén y bar. Junto a este centro público multiusos se encuentran las piscinas municipales y, más cerca del río, unos pequeños baños públicos de aguas termales. Río arriba se vislumbra el conocido balneario de Arnedillo. No muy lejos es posible visitar rastros de huellas fosilizadas de dinosaurios.
Esta ciudad fue uno de los más importantes asentamientos romanos de la cuenca del Ebro, como así lo atestiguan los numerosos restos arqueológicos aparecidos en sus cercanías, entre los que destacan las termas y el circo donde incluso se llegaron a celebrar naumaquias, espectaculares batallas navales, para las que era preciso traer el agua desde el Cidacos mediante un acueducto.
La hegemonía territorial de Calahorra se ha mantenido desde entonces hasta la actualidad, siendo sede de Obispado, por lo que cuenta con Catedral y Palacio Episcopal. Hoy en día es un importante centro económico de La Rioja y la segunda urbe de esta Comunidad Autónoma, cuyos productos hortícolas son famosos por su elevada calidad.