Resumen: El autor parte del reconocimiento inicial en las constituciones socialistas del principio de nacionalización de la propiedad de la tierra, desarrollado posteriormente (U.R.S.S., Bulgaria) conforme a las circunstancias concretas de cada momento y país. La nacionalización –establecida más rigurosamente sólo en la U.R.S.S., Mongolia y Albania– crea como efecto inmediato la disociación entre la propiedad y el uso de la tierra, un fenómeno central para comprender los distintos procedimientos de colectivización y, en general, las formas de explotación adoptadas por los programas socialistas, condicionadas siempre por la tendencia a favorecer a la industria frente a la agricultura y a preferir la producción a gran escala. Desde esta perspectiva, el autor estudia las diferentes realidades agrícolas que presentan los países socialistas y analiza desde el koljos soviético hasta los sistemas de producción cooperativa característicos de las democracias populares. También presta cierta atención al hecho de la existencia de residuos de explotaciones privadas, reconocido indirectamente en algunas constituciones que contemplan la fase de transición o “construcción” del socialismo, sin excluir el problema del reconocimiento jurídico de la herencia, hasta cierto punto presente en el problemático marco de la realidad socialista jurídica y política.