Resumen: El análisis energético, planteado inicialmente como una herramienta teórica capaz de tender un puente entre los métodos y conceptos de las ciencias naturales y las ciencias sociales se ha transformado en muchos casos en un análisis meramente técnico de los procesos productivos olvidando que éstos se dan en el seno de unas relaciones sociales que los condicionan. Muestra de ello es la marginación del trabajo humano en el estudio de los balances energéticos de los procesos de trabajo. La valoración del trabajo humano a partir de la contabilización de la energía incorporada a los bienes y servicios consumidos por los trabajadores, al tiempo que sitúa al análisis energético en un contexto socioeconómico concreto, modifica sustancialmente los cálculos de la eficiencia energética de los balances de los sistemas agrarios, lo que cuestiona el hecho de que la eficiencia energética, medida en unas unidades que no permiten distinguir entre recursos renovables y recursos no renovables; deba ser el baremo fundamental del análisis energético. Por el contrario, parece necesario dotar al análisis bioeconómico de nuevos instrumentos teóricos como el cálculo del costo ecológico-temporal de los recursos, que nos permitan superar esta crisis de método.