Resumen: Entre 1877 y 1887, el vino español conoció un formidable auge exportador, motivado por las consecuencias sobre la producción vitícola francesa de la extensión de la filoxera. El aprovechamiento pleno de las oportunidades ofrecidas por el mercado exterior exigió del Gobierno español una estrategia orientada a la consecución de un tratado con la III República, estrategia y tratado sobre los que acabó modelándose la política comercial de la Restauración hasta los años 90. En 1892, al término del tratado comercial franco-español, el Gobierno de Cánovas trató de forzar una renovación del mismo o la negociación de uno nuevo en términos análogos, para asegurar la continuidad de las exportaciones vinícolas exteriores. El fracaso de las pretensiones españolas condujo al hundimiento rápido de las ventas exteriores de vino, que no pudo ser compensado por la expansión de las ventas en otros mercados. La imposibilidad de prolongar el régimen comercial con Francia determinó asimismo un giro proteccionista consolidado en años posteriores, tanto por los propios intereses generados a su amparo, cuanto por las dificultades para articular una política de tratados coherente.