Resumen: Las consecuencias de la teoría de la conveniencia económica de la integración no son íntegramente aplicables al sector agrario por la especial naturaleza de los productos agrícolas y por el constante empeoramiento de la relación real de intercambio de estos productos, frente a los productos industriales, lo que obliga y obligará durante mucho tiempo a una protección especial de este sector: en los países pobres en vías de desarrollo, para aumentar la producción, y en los ricos y desarrollados, ante el exceso de producción. Se señalan las directrices de la política agraria de los países del Mercado Común y se resalta la necesaria correlación entre la política de adaptación estructural y la política de mercado. Para lograr el coordinado desarrollo de ambas políticas a un ritmo que nos acerque en vez de alejarnos de la agricultura europea, será preciso en muchos casos la previa reestructuración de nuestras empresas; y conste que pensamos no sólo en la concentración parcelaria, tan fundamental en la mitad norte del país, sino, igualmente, en la ruptura de las grandes explotaciones del sur. A juicio del autor, la máxima ventaja de la integración en la Comunidad Económica Europea reside en que ésta servirá de acicate que nos obligue a intensificar el ritmo de este proceso de transformación económica y social.